Pelo
las naranjas
con mis manos
para que el aroma
mediterráneo
me acompañe todo el
día,
mientras ejercito el
gesto
de subir mis gafas
de ver
un mundo que no
quiero,
o mientras acaricio
mi barbilla,
por ejemplo,
para pensar este poema.
La gente que tiene
cerca el mar
sueña más a
menudo.
Sólo con verlo una
vez
ya queda tatuado en
tus entrañas.
Las jóvenes también
son diferentes
por estas tierras.
Verlas pasar ya es
poesía.
Sé que ella nació
cerca del mar
porque era salada.
Cuando la pienso
todavía me huelen
las manos a naranja.
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