Un
pintor callejero monta el caballete.
El sol de la ciudad
ya llega a la plaza.
Una joven lee en una
terraza.
Saca sus pinturas y
su lienzo blanco.
Tres ancianos hablan
del pasado en un banco.
Comienza los trazos.
Mezcla el color.
Algunos humanos
comparten
su brisa y su
alrededor.
Enfrente hay
ventanas,
edificios altos,
y un escaparate
lleno de zapatos.
Pero él pinta un
puente, un rio, un muchacho
y un cielo azulado
aunque esté
nublado.
Una a una perfila
las hojas de un árbol
y a veces parece que
salgan aromas
de dentro del
cuadro.
Cuando el pintor
acaba su ardua tarea
recoge sus cosas,
su bastón,
su perro
y se va a su casa.
El hombre está
ciego.
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