Sin querer
he querido más de
la cuenta.
No existen aparejos
que controlen el
gasto de amor
en los humanos.
Por eso es normal
que en los arcenes
que llevan al
prostíbulo,
en las butacas del
cine
de suburbio,
bajo los árboles
heridos de navaja,
o en los rincones
donde siempre pasa el sol
y nunca queda
aparezcan, casi
siempre con el alba,
algunos cuerpos
sobreviviendo a duras penas
de una vida
que utilizaron para
gastar amor
en gran medida.
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