jueves, 7 de febrero de 2013

EL BANCO DE LA PLAZA


El banco de la plaza
por las noches duerme solo.
El rocío, a veces, osa visitarlo,
o alguna de esas tormentas
que hacen que el verano
sea un poco llevadero.
También suele
algún insecto taciturno
cosquillearle a la vez
su alma y su esqueleto
penetrando sin compasión
en su memoria sin pasado.
Algún humano “cabizalto”
que busca su estrella fugaz
(aunque el firmamento
en esta ocasión
vista nublado)
suele alguna noche
alterar su descanso.




El banco de la plaza
una vez fue árbol
por eso acepta, sin reparos,
las pocas hojas
que su triunfador vecino
le regala,
sobre todo
cuando el viento
peina la fuente de metal
algo oxidada.

Yo suelo visitarlo por las tardes
cuando la humanidad
aún no duerme
pero sueña.
Sólo allí consigo
comunicarme con la tierra.
Y dejar que pase el tiempo.
Ver como aquella pareja
pasan agarrados de sus manos.
Y esperar
que algún verso atrevido cruce
para capturarlo y hacerlo
prisionero en mi cuaderno.

Mientras voy escribiendo mis historias
parece que nada más haya en el mundo
que el banco, el árbol, mi cuaderno y yo,
con mis ganas de contarte
que en este minúsculo paisaje de ciudad
que se hace gris sobre la acera,
soy el único que, gracias a Dios
no esta hecho de madera.

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