Si pudiésemos analizar
el rostro humano,
como al mapa
donde un cartógrafo
dibuja los ríos y
afluentes,
encontraríamos tres
cauces principales.
El primero
donde circulan
las gotas de una lluvia
inesperada.
Este río
suele aparecer tras la
presta carrera.
En los zaguanes.
El segundo
justo al lado de los
ojos.
Un despilfarro de
lágrimas
que aparecen
en las páginas
principales
de una vida.
Y el tercero
en las comisuras de la
boca.
Este suele tener
sabor cacao
y suele aparecer en
nuestra infancia,
mientras tu madre
arruga
un zigzagueante papel
de magdalena
dándote prisa
para que no llegues
tarde a la escuela.
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