Lloré cuando murió
Gloria Fuertes.
Entonces yo tenia padre
y madre
pero me quedé huérfano
de poemas.
Volví a llorar cuando
murió Mario Benedetti
y de él heredé
las ganas de luchar,
el no tener vergüenza
al expresarme,
el ser como uno es,
sencillamente.
También lloré cuando
sin decirme adiós
ella me negó sus holas
para siempre.
Lloré porque al caer
unos guijarros se
clavaron
en las rodillas de mi
alma.
Lloré porque mi padre
nunca pudo sumergirse
en mis palabras.
Por eso,
me gusta lanzar mis
manuscritos
contra el cielo.
Creo que entonces él
los hace suyos.
Después de su lectura
los devuelve
y en mi estancia lo
vuelvo oir hablar
entre susurros.
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