miércoles, 30 de marzo de 2011

SONRISA




SONRISA


Te quiero imaginar envuelta
En tu timidez que te aprisiona.
Con tus comisuras andando
de puntillas por la boca.
Te quiero imaginar
sentada en banco verde.
(Lo de verde lo puse porque así son los bancos de mi
infancia).
Y como ves
que por imaginar,
imagino cualquier cosa.


Imagino que imaginas que te miro.
Y es cierto.
Te estoy mirando.
Viendo que en la timidez
que te aprisiona,
las comisuras han empezado
a alzar el vuelo.
Y por fin,
antes de despertarme,
me sonríes.

domingo, 27 de marzo de 2011




Cuando los poetas cumplen años
las jóvenes secan su rizado pelo
al sol en los balcones.
Un breve silencio
inunda
una estación de tren abarrotada
y quita su sombrero
un alma en pie al saludarte.

Cuando los poetas cumplen años
lucha por crecer una flor
entre la escarcha.
El poeta la dibuja.
La acaricia.
Lo que nunca hará el poeta
es arrancarla.

Cuando los poetas cumplen años
un frutero se llama verano.
Llama primavera a tus dos manos,
y una fuente es
el mediterráneo embotellado.

Cuando cumplen años los poetas
soplan los versos
que hay sobre su tarta
y cortan en pedazos las palabras
con su nuevo cuchillo
de acero inolvidable.

Los poetas cuando cumplen años
escriben de su vida y de sus suertes.

Pero como todo mortal
al cumplir al cumplir años,
intentan ignorar,
teniendo claro
que falta un día menos
para su muerte.

sábado, 26 de marzo de 2011

ESPERA



Siempre hay alguien que me espera.
Vaya al lugar que vaya
siempre hay alguien
que me esta esperando.
A veces lo hace un árbol,
vestido pudoroso con su sombra.
Un simple vaso de clara agua
siempre fresca,
o una silla vacía.
Es ocasiones
es una mirada la que aguarda
que aparezca,
o un par de brazos, con sus manos,
que ni abrazan
ni me aplauden.
Siempre.
Siempre hay alguien que me espera.


Hasta yo he perdido mucho tiempo
esperando sentado junto al fuego,
anhelando verme cerca
en el camino,
ansiando hasta el hastío
mi regreso.
Es un alivio saber
que justo los días que me esperé
fueron los únicos
que no me apeteció volver.
 

No sé que hubiese hecho yo conmigo.

lunes, 14 de marzo de 2011

EL POEMA MÁS TRISTE DE ESTE MUNDO

Voy a traerte mis ojos
en un frasco.
Sangrientos, ocultos
y húmedos de lágrimas dispersas.
Para que los agites
fuerte y deseosa
y que no sepan que estás mirando un lienzo.

Voy a traerte mi lengua cuarteada
y palabras sujetas en sus tajos
resbalando con salivas impotentes
que no atinan a ordenar
los adjetivos
que uno a uno
colocaste tú en mi frente.

Y me caeré muerto entre tus brazos
con mi peso de caricias del antaño.
Y si por casualidad ves que aún respiro,
golpea mi corazón,
quita mi vida
que morir en la muerte debe  ser
como ser gota de agua en la marisma.

Voy a cortarme los dedos uno a uno.
El pulgar,
el índice,
el pequeño,
y mutilar caricias a la nada,
y no poder aplaudir  ausentes besos.

Creo que voy a darte muerte
en mi memoria,
si es  que aún vives en ella.
Y cuando cosa con hilo
mis dos labios
y mi boca hablé hacia su adentro con susurros,
y cuando sepa realmente
que estoy mudo,
entonces, y sólo entonces
te voy a escribir
el poema más triste de este mundo.

domingo, 13 de marzo de 2011

PERMÍTAME


 Permítame usted que le confiese
que un día anduve
y hoy aún ando
de usted enamorado.
Permítame que le diga
que quiero quedarme con sus labios
cuando habla,
con sus manos de huesudos dedos
cuando adorna con gestos
sus palabras,
y con sus ojos cuando llora.
sea de alegria o de tristeza,
pero sobretodo
cuando es usted quien llora
mientras yo le ayudo a camuflar
su nombre.

Permítame tambien que le comente
que mi amor no es de pechos descubiertos,
ni de caricias en lugares clandestinos.
Mi amor es......
como le diría.....
mi amor es de pasar con usted un día.

Una mañana de comidas aceitosas,
una tarde de explorar escaparates
y una noche sin sabor a despedida.

Y continuo, si usted me lo permite,
sabiendo que usted sabe
que yo soy un caradura,
y aunque usted, con toda seguridad,
no lo permita,
seguiré moldeando        aún con ropa
su cintura.



alguna chica cumple los requisitos?


LA MUJER QUE YO QUIERO


             La mujer que yo quiero no necesita  
         lavarse cada noche en agua bendita.  
                                                               Joan Manuel Serrat      
                                                                     


La mujer que yo quiero,
o por lo menos,
la que yo quiero que me quiera
debe de cumplir unas básicas condiciones.
Tampoco hace falta que las cumpla todas
pero alguna de ellas
                                   estaría bien.

Debería tener en propiedad
una melena.
Una media melena.
Ni muy larga         ni muy corta.
No muy larga
para que el viento no pueda
cubrir su rostro
privando al mundo de la hermosura.
No muy corta
y que pueda ejecutar ese gesto,
solemne gesto,
de con el índice apartar
el cabello de su frente,
que en breves momentos
obstaculiza la visión
del futuro lugar que ocupará
cuando camine.

La boca de la mujer que yo quiero,
o por lo menos,
la que yo quiero que me quiera
tiene que parecer triste,
como si en ella se amontonasen
millares y millones de mudas palabras
intentando liberarse
en cada mueca.
Que su delicada comisura
no tienda a elevarse fácilmente
con sus risas.



Así, si alguna vez lo hace,
todos los que la rodeamos       en ese instante
          (yo,
           el sol o la luna     depende de la hora,
           el perro triste que camina sin dueño,
           bueno eso ya lo he dicho,
           la luz de la farola
           encendida o no      depende de la hora...)
valoremos más la odisea de su sonreír azul.

La mujer que yo quiero,
o por lo menos,
la que yo quiero que me quiera
debe de perder su mirada en el horizonte
cuando me espera.

Y al estar yo a su lado

mire mis pasos       que la acompañan,
mi frente                 cuando la pienso,
mis labios               cuando la beso
y mire mi pecho      siempre
que es sólo cuando la amo,
con sus ojos abiertos o no         depende de la hora.

Sus manos no estaría de más
que fuesen frágiles.
Que parezca que con un simple apretón
van a quebrarse,
pero a la vez fuertes,
para no cansarse de aplaudir
mis caricias y mis versos.

Con toda sinceridad,
estas condiciones
serían opcionales        no importantes.
Pero hay una que sí,       necesariamente
ha de cumplir la mujer que yo quiero,
o por lo menos,
la que yo quiero que me quiera,
y es que yo sea para ella
el hombre que quiere,
o por lo menos,
el hombre que ella quiere que la quiera.