viernes, 14 de octubre de 2011




EL LIBRO ANTIGUO
Me encanta pasear mi diestra mano
por los libros viejos
de la vieja estantería.
Oír como habla el dorado de sus letras
susurrándole a mi índice,
mientras comulgan en comunión
toda mi piel
con toda la piel que traen sus lomos,
ordenados, polvorientos
y  huérfanos de ojos
que los lean.

De tanto en tanto
me gusta acercar mi dedo
a ese concreto lugar
donde termina el libro
y empieza el cielo.

Mi pequeña fuerza lo lanza
desde el precipicio del estante
hacia la cuna que le hice
con mis manos.


Y allí es
donde después de estar bien muerto
renace de nuevo
el libro antiguo.
Es allí donde se transforman
las primaveras en otoños,
las noches en días
y los desiertos  en océanos,
rebeldes o pacíficos.


Y  cuando voy leyendo
veo como transcurre
la vida de los otros,
mientras la mía
va pasando igual,
pero más lenta.

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