miércoles, 9 de marzo de 2011

DENTISTA

Me dan mucho  miedo los dentistas. Me horrorizan. Tanto como si me obligaran a hacer “puenting” sabiendo que la cuerda mide más que de la baranda al suelo.A lo del puente me puedo escapar, pero al dentista, inevitablemente debemos de ir.La última vez que acudí al mío quede dormido, mientras sus plateados utensilios rondaban por el umbral de la puerta de mi rostro. Fui para que me practicaran una simple limpieza bucal.Cuando el odontólogo termino su tarea me despertó y señalando el banco de piedra que bordeaba mi derecha me mostró todo lo que había extirpado de entre mis dientes. Yo me acerqué y lo fui ordenando dentro de mi mochila.Guarde en ella un trozo de tu mirada, una canción de Astor Piazolla, un libro de Mario Benedetti, las negativas de Maria, la triste mirada de los perros, una llovizna de Agosto y una breve lista con los nombres de mis amigos.Cuando me disponía a salir de la consulta, el dentista me llamo:- Oye, que te dejas esto- dijo, señalando un fragmento de sentido común que había quedado pegado a la piedra.Esto no es mío- le respondí- a mi me extirparon el sentido común hace ya algunos años.
 
Justo el día que empecé a ser feliz.

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